Los alumnos de quinto grado salieron en el tercer periodo al patio trasero para tomar la clase de Educación Física, como todos los jueves.  Al salir, ellos  dejaron la puerta del salón entreabierta.  Como el día estaba muy lindo, la señorita Báez, la maestra del grupo, llevó, consigo, algunas libretas, y las corrigió en el patio, mientras todos los alumnos jugaban.

     Los juegos fueron muy divertidos; por eso, al regresar al salón, todos los estudiantes llegaron riéndose y conversando alegremente.  David fue el primero en llegar al salón, y encontró la puerta cerrada.  La abrió, y –cuando vio lo que había ocurrido-gritó con tanta fuerza que lo escucharon hasta en la oficina de la directora.