Había una vez, en la escuela de Virginia Vázquez Mendoza, un niño llamado Manolo que tenía déficit de atención. Manolo era estudioso, amigable, simpático y amistoso. Tenía un amigo llamado Adrián. Ellos jugaban mucho.  Jugaban escondite con sus otros amigos. Siempre se sentaban al lado en el salón. Les gustaba ir al comedor unidos. Su comida favorita era la pizza. Cuando anunciaban pizza por la mañana se emocionaban.